Portada del libro Lucha y libertad, de Manuel García “Otones”. Asturias. 2003

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1 noviembre, 2017


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  • AHM

    6 marzo, 2020 a las 7:27 pm Responder

    Un buen día de marzo de 2003 Manuel García ‘Otones’ dejó escritas con letra firme las siguientes palabras: «La libertad que hoy disfrutamos no nos fue regalada. Hubo que luchar sin tregua ni desmayo para conseguirla, dejando huellas muy dolorosas en los que sufrimos los rigores de aquella tiranía franquista. A las nuevas generaciones os corresponde velar por ella y ampliarla cada día». Era la dedicatoria a un ejemplar de ‘Lucha y libertad’, la autobiografía de un hombre que pasó doce años, diez meses y diez días de sus 81 años de vida entre rejas, las memorias de un histórico del PCE y CC OO al que ayer se le dio el último adiós en Gijón. Su historia de lucha por la democracia es su legado.

    «Otones era un hermoso pueblo -hoy desaparecido- que pertenecía a la parroquia de Ciaño-Langreo (…). En esa añorada aldea asturiana vine al mundo el 21 de agosto de 1930». Allí, como él recuerda en su libro, empezó todo, y de allí tomó el nombre que le acompañó en su vida política y en su viaje por las prisiones de España. «Las conozco todas», bromeaba cuando presentó el libro en 2003. No le faltaba razón. La primera condena le llegó en el año 1950 por ejercer como enlace en las guerrillas de Asturias. Así lo recordaba él: «(…) El 15 de agosto, a las 5 de la mañana, entra la Guardia Civil en la casa donde me hospedaba (…), me despertaron a golpes (…) A la mañana siguiente nos trasladaron a Gijón, al cuartel de la Guardia Civil de los Campos. Allí permanecimos 8 días en las caballerizas atados a las anillas de los pesebres de los caballos. Fuimos torturados a diario…».

    Las cárceles de Oviedo, El Coto en Gijón y Guadalajara fueron sus primeras rejas. En 1958 ingresó en el penal de Burgos, «una universidad para comunistas», como él solía llamarla. Después vendrían Carabanchel, Soria, Segovia y Jaén. En el camino, mucho dolor. Y también algunas alegrías. Como su boda con Alvarina, la ‘niña de la guerra’ retornada de la antigua Unión Soviética que le esperó cuatro años a que saliera de la cárcel de Burgos para casarse. El 16 de diciembre de 1961 abandonó la prisión; el 23, se casaban. Por la Iglesia por imperativo, pero no en el altar, sino en la sacristía. «Antes de salir en libertad Alvarina habló con el cura de Blimea y le planteó la situación de la forma siguiente: ‘No somos creyentes, usted sabe que pasé 20 años en la URSS y la educación que recibí; mi futuro esposo es un conocido comunista y no queremos una parodia de algo que no sentimos. Por respeto a la propia Iglesia, a usted y a nosotros mismos le rogamos que nos dé por casados, firmando en los libros que sea necesario». Así fue. Nunca tuvieron hijos. Esa fue parte de la herencia que le dejaron las torturas.

    Antes de aquella boda, ‘Otones’ había pasado por el servicio militar, había trabajado en el pozo San Luis, en La Nueva, y había empezado a participar en la gestación de Comisiones Obreras y se había convertido en destacado miembro del comité provincial del Partido Comunista. Pese a la cárcel, pese a todo, siguió firme en sus convicciones. Ni un paso atrás. Como en 1967, cuando las comisiones obreras vivían una situación de clandestinidad y al mismo tiempo de pseudolegalidad y se dio un paso al frente, haciendo un llamamiento a la huelga a sabiendas de que eso significaba volver a la cárcel. «Los documentos con el llamamiento a la huelga no fueron difundidos en forma de octavillas hasta el día 25 de enero. El día 27 fuimos detenidos los nueve miembros firmantes», dejó escrito ‘Otones’, que de la cárcel de Oviedo pasó a la de Carabanchel y de allí a la de Segovia, donde coincidió con Horacio Fernández Inguazo ‘El Paisano’, y luego a Jaén.

    Corría 1971. Y de Jaén salió para ser definitivamente un hombre libre: «Por fin llegó el ansiado día de mi liberación. El 14 de junio de 1971 fueron descorriendo los cerrojos de las cuatro cancelas de rejas de hierro que daban acceso a la puerta de salida donde me esperaba con los brazos abiertos mi fiel compañera y amada esposa Alvarina». Vuelta a Asturias y nueva etapa vital en Bilbao. Allí, cuatro años después de recuperar la libertad, tuvo noticia de la muerte de Franco. «Los últimos tiempos de la dictadura fueron muy agitados en Euskadi, con atentados, manifestaciones, la muerte de Carrero Blanco, el proceso de Burgos, las ejecuciones y, por fin, la muerte del dictador (…). Nuestra vida podía transcurrir tranquila, sin miedo a las detenciones y a que la cárcel pudiera abrir sus puertas de nuevo ahogando la libertad».

    Ya con la democracia ganada, faltaba volver a casa, a Gijón, la ciudad en la que se instaló y en la que murió el pasado miércoles, y faltaba también seguir conquistando derechos y luchar por restitutir la dignidad y el honor de todos los expresos políticos. Otones también estuvo en esas batallas. Y en todas las que vendrían después. Era habitual verle en el grupo municipal de IU en el Ayuntamiento de Gijón dispuesto a meterse en los líos de la actualidad democrática. Dispuesto a recordar a las nuevas generaciones que ahora son ellos los que deben velar por la libertad conquistada y ampliarla.

    M.F Antuña / El Comercio

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